Miércoles 27 de noviembre de 2024 | 2 am
El Senado estadounidense, controlado por los republicanos, se enfrenta a una decisión difícil mientras considera la nominación de Russell Vought para dirigir la Oficina de Gestión y Presupuesto (OMB) de la Casa Blanca. Esta elección no es un nombramiento más; representa un giro alarmante hacia la centralización del poder autoritario bajo Donald Trump.
Vought, un arquitecto clave del radical y distópico Proyecto 2025, ha abogado abiertamente por transformar la OMB en una herramienta de extralimitación del ejecutivo, socavando el delicado equilibrio de poderes que ha salvaguardado a Estados Unidos durante más de dos siglos.
El historial de Vought es una clara señal de advertencia. Como director de la OMB durante el primer mandato de Trump, Vought siguió una agenda agresiva para debilitar el servicio civil profesional, ampliar la autoridad presidencial e impulsar objetivos partidistas. Desde que dejó el cargo, ha sido una figura central en la elaboración del Proyecto 2025, un manifiesto de 922 páginas que esboza un plan para consolidar el management presidencial sobre las agencias federales, evitando la supervisión del Senado y reemplazando a decenas de miles de funcionarios públicos experimentados con personas cuya única calificación es su lealtad a Trump.
A pesar de los esfuerzos manipuladores y deshonestos de Trump por distanciarse del Proyecto 2025 durante su campaña presidencial (afirmando durante un debate de campaña que no tenía ninguna conexión con él y que no estaba familiarizado con su contenido), sus negaciones suenan huecas. Trump ha defendido varias de las propuestas del proyecto y nominó a sus arquitectos clave, incluido Vought, para su gabinete potencial. Sus repetidas negativas son un intento transparente de desviar las críticas y al mismo tiempo abrazar las mismas políticas que cube repudiar. Vought y la OMB desempeñarán un papel central en ese abrazo.
El Proyecto 2025 designa a la OMB como el epicentro del plan de Trump para consolidar el poder en el poder ejecutivo, despojando de independencia al servicio civil profesional y no partidista y subordinándolo a los caprichos del presidente.
Con el pretexto de “controlar la burocracia”, los planes de Vought incluyen recategorizar a los funcionarios públicos para permitir despidos masivos, eludir la confirmación del Senado para nombramientos clave y aumentar la autoridad del presidente sobre agencias como el Departamento de Justicia. Estas medidas no tienen como objetivo devolver el poder al pueblo sino entregar autoridad sin management a un individuo: Donald Trump.
La defensa de Vought de eliminar las agencias independientes y consolidar el management presidencial va mucho más allá de la gobernanza partidista tradicional. Sus propuestas desmantelarían sistemáticamente las salvaguardias que previenen el abuso de poder, borrando efectivamente la supervisión y la rendición de cuentas y erosionando al mismo tiempo la separación de poderes que ha definido la democracia estadounidense.
Este enfoque extremo se alinea inquietantemente bien con las bien documentadas ambiciones de Trump de gobernar con management autoritario. Trump ha declarado abiertamente su deseo de ejercer un poder casi dictatorial, y el Proyecto 2025 proporciona la hoja de ruta para lograrlo. El hecho de que Vought haya pasado años preparando este plan debería alarmar incluso a los senadores más conservadores.
Las escalofriantes implicaciones de la nominación de Vought se extienden más allá de la reorganización burocrática. El Proyecto 2025 incluye disposiciones para penalizar el envío por correo de píldoras abortivas, prohibir la pornografía y abolir el Departamento de Educación, cuestiones que no reflejan un consenso público sino una agenda ideológica estrecha y extrema. Bajo el liderazgo de Vought, la OMB facilitaría la implementación de estas políticas extremas, utilizando las decisiones presupuestarias como arma para obligar a las agencias federales a cumplirlas sin la aprobación de los votantes o sus representantes electos en el Congreso.
El equipo de Trump, y especialmente Elon Musk y Vivek Ramaswamy, han hablado abiertamente una vez más sobre el uso del “incautación” para convertir el gasto gubernamental en un arma y obligar a la gente a cumplir la voluntad de Trump.
Una herramienta controvertida que no se ha utilizado ampliamente desde 1974, cuando el Congreso aprobó una ley que restringe su uso, el embargo es una forma en que el presidente puede retener fondos aprobados por el Congreso a voluntad de la administración. En los tiempos modernos, la lista de presidentes que han utilizado el embargo para controlar a otros es interesante: Richard Nixon (cuyo abuso del mismo llevó al Congreso a limitarlo), Ronald Reagan y Trump en su primer mandato. Casi siempre lo utilizaron no como un medio para controlar el gasto irracional, como se pretendía originalmente, sino para tratar de imponer cambios sociales al público, castigar a los críticos y recompensar a los amigos. Fue y es una herramienta de corrupción.
Después de los abusos de Nixon, el Congreso aprobó una ley que exigía a los presidentes apelar al Congreso para confiscar fondos. Reagan apeló varias veces y en basic fue ignorado. Trump también lo intentó en su primer mandato y nuevamente el Congreso lo ignoró. Sin embargo, el precise Congreso, dependiente del MAGA, es un comodín y si otorga a Trump amplio poder para utilizar el embargo, esencialmente todo el gasto gubernamental será rehén de la voluntad del presidente, tal como lo pretende el Proyecto 2025. La separación de poderes se verá alterada.
El Senado tiene el deber constitucional de examinar cuidadosamente a los nominados, particularmente para puestos tan importantes como el de director de la OMB. La nominación de Vought debería unir a los senadores de todos los partidos en la oposición.
Incluso los senadores conservadores, que podrían encontrar aspectos ideológicamente atractivos del Proyecto 2025, deberían rechazar a Vought. Después de todo, gran parte del poder que Vought busca centralizar dentro de la Casa Blanca lo ostenta actualmente el Congreso. Aprobar el nombramiento de Vought sería un acto en el que los legisladores renunciarían voluntariamente a su poder y autoridad constitucional a quienquiera que fuera el precise ocupante de la Oficina Oval, dejando a la nación susceptible a los excesos de cualquier administración futura, republicana o demócrata. Limitar el poder del ejecutivo no es una cuestión de ventaja partidista sino de preservar el orden constitucional.
Si se confirma a Vought, las consecuencias serán de gran alcance. El papel de la OMB en la configuración de los presupuestos federales y la implementación de políticas significa que ejerce una enorme influencia sobre todos los aspectos del gobierno. Poner este poder en manos de alguien tan dedicado a desmantelar los controles y equilibrios institucionales sería un error catastrófico.
El Senado debe rechazar la nominación de Vought. Su confirmación alentaría los esfuerzos por erosionar los cimientos de la democracia estadounidense, reemplazando la rendición de cuentas y la deliberación por un management autoritario. En un momento en que la nación enfrenta profundas divisiones políticas, es más importante que nunca defender los principios que nos unen. Los senadores deben actuar con decisión para proteger esos principios y garantizar que la Oficina de Gestión y Presupuesto sirva al interés público, no a las ambiciones de un solo hombre.